23 noviembre 2008

Cuento


Se enciende la pantalla. Sólo se ven dos personas en la escena. Están enfrentadas una a la otra, pero no se retan con la mirada, todo lo contrario, se sonríen. Parece estupido al mirarles desde fuera, pero es normal no sabemos lo que está pasando por sus mentes.

Disminuye el zoom, podemos ver lo que les rodea. Están en un deposito de agua. La luz se transparenta por las paredes, pero el aspecto de éstas no denota fragilidad, todo lo contrario. Podemos ver como ha empezado a llenarse el suelo con una sustancia oscura y densa. La salida de este fluido es continua pero leve, es a través de unas cañerías que asoman desde las paredes plásticas. Los dos individuos parecen ser ajenos a la atmósfera lúgubre de la habitación que comparten.

Todo se ha acelerado. Alguien ha debido presionar el FWD, pero no aparece ninguna línea blanca en la pantalla. No, el líquido sale con mayor velocidad de las tuberías. Ya les llega la suciedad por los tobillos. Uno de los individuos mira un momento hacia el suelo, pero retoma, sin deshacerse de la sonrisa, el cruce de miradas. El espectador, por comparación, gira la cabeza al otro individuo, éste no se ha inmutado. Por supuesto, este segundo posee unas botas de pescador, le costará desviar su mirada.

El tiempo pasa despacio, pero los ojos curiosos tienen todo el tiempo del mundo si tarde o temprano va a ocurrir algo. Está apunto de llegar el nivel al límite del más ingenuo. Enseguida dobla el cuello, en busca de la causa de que sus pies estén húmedos. El silencio se rompe, el de las botas le pregunta al primero si podría auparle, de todas maneras el primer chico ya estaba completamente cubierto de esa asquerosa sustancia. Ha debido aceptar porque en cuestión de segundos uno está encima del otro. Pero las cañerías no atienden a la generosidad. En un momento el nivel ha llegado al cuello del punto de apoyo. El que está resguardado en los hombros de su compañero vuelve a utilizar el eco del deposito. "Será mejor que me baje, de ese modo los dos podremos flotar e incluso llegar a la apertura superior". "No te preocupes, ya me había manchado a través del agujero que tengo en la suela de mi zapato derecho".



NOTA: Esta historia se me ocurrió cuando mi amigo Javi tuvo una desilusión con un chico. En ese momento tenía moraleja. Esa es la razón por la que ha pasado a ser un cuento, y no una fábula. No pienso utilizar una frase resultona. Hay historias que tienen tantos lados que pueden hacer ver la mano derecha como la zurda.