La semana pasada estuve recluido en una montaña. No es que me haya convertido en ermitaño; sino que he asistido a un curso que sólo el nombre da pereza: Curso Avanzado en Resonancia Magnética. Ya lo he dicho, y lo de avanzado no va por el que escribe. Ha estado muy bien para saber todo lo que tengo que estudiar esta verano; bastante de Ruso y un poco más de algo que en mi trabajo es como el anticristo: los 'operadores producto'.
Durante mi escapada de la 'casa en predieta', no pude escapar de la tentación de atiborrarme de buena repostería. Todo lo que produce una levadura en la panadería me persigue a cualquier sitio al que vaya. Pueden ser pequeñas magdalenas, cañas de chocolate, donuts comerciales... se fuerte. Cuando pensaba que ya se había pasado todo y sólo quedaban 80 kilómetros para llegar al centro de recogimiento, el conductor tuvo que hacer una parada técnica. Era el paraíso. Siete clases de magdalenas que engordaban al olerlas acompañaban a unas huérfanas torrijas. ¿Quién puede resistirse a un pobre niño abandonado a su suerte?
En la parada de la vuelta -juro que no fue mi idea-, las sirenas pudieron con un coche con tres mujeres y una maricona. ¿De dónde vendrá la atención por ese contorno? ¿Estará todo relacionado? ¿Qué fue antes: la atracción por las magdalenas o por las tripitas?
22 junio 2009
Que tendrán las magdalenas de chocolate
Publicado por Anαβ a las 22:30
Etiquetas: chocolate, Javier Cienfuegos, magdalena, tripitas
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4 comentarios:
una lleva irremediablemente a la otra
Hola no se muy bien que son las magdalenas pero si son los panes de la foto..Yo quiero a tu salud.Un abrazo desde la sierra de Oaxaca,México.Gustavo
gatchan, me estás diciendo que las magdalenas me llevaran los brazos de Cienfuegos. Me voy a poner hasta las cejas de muffins
disidente, gracias por enseñarme una parte nueva de la geografía de México.
Un beso
Cienfuegos es un niñato veinteañero! ea, ya lo he dicho!
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